Casi nadie abría la puerta a la mujer de la cabeza de piedra. Tan solo ancianas solitarias, hombres de mediana edad solitarios y curiosos solitarios.
Los solitarios era su nicho de compradores, era un nicho abundante, sólo tenía que ser paciente y echarse un poquito a un lado cuando los curiosos miraban por la mirilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario