Cuando me preguntó cómo me llamaba mentí. Lo hice a toda prisa, me inventé un nuevo apellido sin vacilar: Davidsen. Me convertí en Iris Davidsen.
Lo hice para defenderme, para protegerme de un peligro amorfo, pero el nombre falso acabó por obsesionarme; me llevó a otro lugar, me hizo perder el rumbo y alteró extrañamente todo mi mundo durante un tiempo.
Cuando ahora pienso en ello, veo en esa mentira el inicio de todo, una especie de puerta a mi inestabilidad.
Siri Hustvedt, Los ojos vendados
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